En el mundo actual, donde una nota sobre el nuevo papa ya se siente vieja si tiene tres días, y donde si no viste la nueva serie en una semana te enteras de qué va —aún contra tu voluntad— gracias a cientos de comentarios y reseñas, parece que todo pasa demasiado rápido. ¿En qué momento se supone que puedes vender?
Quizá no parezca, pero el acceso masivo a internet y a la “creación de contenidos” ha democratizado la publicación: cualquiera puede lanzar su mensaje desde casa, incluso sin una computadora. Con esa facilidad, las redes sociales se convirtieron en una plaza pública donde todos venden, todos gritan, todos ofrecen.
El problema es que por mucho que quieras colocar tu producto o servicio, estás compitiendo con un nivel de atención mínimo, con escasos momentos de tiempo libre, y con un torrente infinito de contenidos que van desde tus competidores hasta creadores que, sin intención comercial directa, logran más alcance gracias a una mejor producción, narrativa o simplemente carisma.
La atención es el nuevo oro
Ya no basta con estar presente. Estar ahí ya no significa nada si no captas la atención de manera relevante. La mayoría de las marcas sigue actuando como si la gente estuviera esperando a que le vendan algo, pero en realidad, el consumidor de hoy —informado, saturado, distraído— no quiere que le vendan: quiere encontrar valor, entretenimiento, conexión o incluso inspiración.
Todos quieren vender. Pero nadie quiere comprar.
Nadie entra a Instagram con la intención de ver anuncios. Nadie se mete a Facebook esperando una promo más. Las personas van a entretenerse, a distraerse, a socializar. Y si tu marca no entiende eso, pasará desapercibida.
Entonces, ¿cómo vendes sin vender? ¿Cómo generas interés real sin parecer que sólo estás empujando tu producto? De eso va el nuevo marketing: de conectar, no de interrumpir; de crear contenido que la gente quiera ver, no que tenga que tolerar.
Y para eso, necesitas más que creatividad: necesitas estrategia.
En las próximas publicaciones, te contaremos cómo transformar tu comunicación en una experiencia relevante, que le hable al consumidor y no sólo al algoritmo.